El príncipe William, a sus 42 años, finalmente ha roto el silencio sobre su mayor dolor: la trágica muerte de su madre, la princesa Diana. En un conmovedor documental de la BBC, reveló que la pérdida de Diana, ocurrida en 1997 cuando él solo tenía 15 años, fue el episodio más desgarrador de su vida. Con lágrimas en los ojos, William compartió que la herida en su corazón nunca ha sanado.
La muerte de Diana, conocida como la “princesa del pueblo”, no solo dejó un vacío emocional en la vida de William, sino que también marcó el inicio de una lucha interna contra la tristeza y la soledad. Atrapado en un mundo de responsabilidad real, se vio obligado a llevar una máscara de fortaleza ante millones de ojos que lo observaban mientras caminaba detrás del ataúd de su madre en su funeral. Este momento, que describió como “casi insoportable”, fue solo el comienzo de una vida llena de presiones y expectativas.
William admitió que durante años se sintió enojado y solo, luchando por encontrar un equilibrio entre su deber como príncipe y sus deseos personales. La pérdida de la normalidad que su madre intentó brindarle lo dejó atrapado en un papel que a menudo sentía que no podía manejar. Su relación con su hermano Harry, que se ha visto afectada por la renuncia de este a la familia real, ha añadido otra capa de dolor a su vida, dejándolo preguntándose si podrá mantener unida a su familia como lo hizo Diana.
A pesar de sus logros como líder en iniciativas ambientales y de salud mental, el príncipe William sigue lidiando con los fantasmas de su pasado. En un momento de vulnerabilidad, compartió que su mayor miedo es perder a su esposa, Catherine, tras su reciente batalla contra el cáncer. La presión de ser un modelo a seguir y el peso de la historia familiar que lleva sobre sus hombros son cada vez más evidentes. William, un hombre marcado por la tragedia, continúa su lucha por encontrar su lugar en un mundo que nunca deja de observarlo.