Los feroces incendios forestales de los últimos años también han aflojado el suelo, contribuyendo a empujar río abajo lo que algunos llaman aquí “oro de las inundaciones”.

Albert Fausel suele pasar sus días en la ferretería de su familia ordenando cajas de tornillos y paseando por las viejas y crujientes tablas del suelo para saludar a sus fieles clientes. Pero una reciente tarde soleada, se puso un traje de neopreno y una máscara y se zambulló de cara en el arroyo poco profundo cerca de su casa, en busca de tesoros después de un reciente aguacero.

 

 

El Sr. Fausel, un buscador de oro aficionado, utilizó solo sus manos para apartar la arena y la grava del fondo del arroyo y luego, todavía bajo el agua, dejó escapar un grito audible a través de su snorkel: “¡Woooo-hoo-hoooo!

Apareció con lo que los buscadores de oro llaman un tesoro (no exactamente una pepita, pero lo suficientemente grande como para sostenerla en un dedo) y le ofreció el objeto brillante a su compañero buscador, Fuzzy. En solo 20 minutos de tanteo alrededor del lecho del arroyo, Fausel encontró  oro por un valor de aproximadamente 100 dólares 

En los últimos días, California ha vivido una fiebre del oro, una fiebre que se produce cuando la naturaleza descubre un reluciente tesoro de metales preciosos. Las fuertes lluvias invernales en California hacen que el agua llegue a los arroyos y ríos de las montañas. Y, a medida que el clima más cálido derrite enormes bancos de nieve, las corrientes de agua se abren paso y llevan minas de oro a la gente. Los intensos incendios forestales de los últimos años también han aflojado el suelo, lo que ha contribuido a empujar río abajo lo que algunos llaman el oro de las inundaciones.

Actualmente, la extracción de oro está estrictamente restringida en California, pero los buscadores de oro afirman que una serie de tormentas invernales recientes han tenido un efecto imparable. Fue como si la Madre Naturaleza hubiera dirigido una hidrolavadora hacia las colinas y hubiera sacado a la superficie algunos de los preciosos minerales que todavía estaban incrustados en las rocas y la tierra.

“Siempre que te paras al lado de un río y escuchas el movimiento de las rocas, sabes que el oro se está moviendo”, dijo  Jim Eakin, propietario de un  negocio  local de leña que encontró una pepita enorme. Encontró una pepita tan grande que hace cuatro años compró una camioneta Ford F-150 nueva con el dinero que obtuvo de esa pepita. Al igual que muchos de sus amigos buscadores de oro, el Sr. Eakin, que a menudo lleva una pepita colgada del cuello, fue cauteloso cuando le preguntaron dónde exactamente desenterró el bloque de oro que acababa de cargar en la camioneta.

Con los precios del oro cerca de un pico de 2.000 dólares la onza, el Sr. Eakin se ubica entre el grupo de buscadores que pueden “leer el mercado” y sacar provecho de las inundaciones.

El señor Dayton es un ex policía y bombero que ahora se gana la vida como buscador de oro. En unas pocas salidas en abril, encontró lingotes de oro por valor de 750 dólares. Los buscadores como él predicen que el botín más grande aún está por llegar, cuando el nivel del río baje y las rocas y los bancos de arena sean accesibles, será el momento perfecto.