Mi corazón latió con fuerza otra vezEn mi pecho se sentía como un pájaro en peligro atrapado en una jaula. Las partículas de polvo se arremolinaban en el aire cuando abrí el viejo arcón, y sus oxidadas bisagras crujieron como un alma torturada.
No pude evitar soltar un jadeo. En lugar de encontrar un montón de joyas preciosas o relucientes monedas de oro, lo que había al otro lado del terciopelo carmesí era una imagen inesperada: un ejército. Y no solo un ejército, sino algo que nunca antes había visto.
Había innumerables figuras de oro, perfectamente inmóviles en su formación. Cada soldado, más grande que un pulgar, estaba cuidadosamente diseñado con cascos de barco, espadas colgando de sus costados y escudos ornamentados en sus brazos.
Sus superficies brillantes captaron la luz dorada, creando una atmósfera acogedora y de otro mundo dentro de la cueva.
Después de semanas de estudiar viejos mapas y descifrar pistas crípticas, la emoción de la misión me mantuvo en marcha a cada paso del camino. Pero lo que encontré fue más allá de cualquier tesoro con el que hubiera soñado. No era solo oro valioso; era un vistazo a la historia, una instantánea congelada de una guerra olvidada, un testimonio de la artesanía experta de una era antigua. Una oleada de emoción me invadió, borrando el cansancio de mi viaje. Había descubierto algo verdaderamente extraordinario, un gran avance que cambiaría la historia del pasado. Una sonrisa triunfal se dibujó en mi rostro. No era solo el final de una aventura, era el comienzo de un capítulo completamente nuevo.