Antonio Espaillat, dueño del icónico club Jetset, ha rompido su silencio un mes después de la tragedia que dejó más de 220 muertos y cientos de heridos en Santo Domingo. En un contexto donde la indignación y el dolor aún resuenan, sus declaraciones han encendido un nuevo debate sobre la responsabilidad de los propietarios y la seguridad de los locales nocturnos en la República Dominicana.
La fatídica noche comenzó como cualquier otra, con música y baile, hasta que un estruendo aterrador marcó el fin de la fiesta. El techo del Jetset colapsó sobre los asistentes, aplastando no solo cuerpos, sino también sueños y esperanzas. Testigos aseguran que ya había signos de advertencia: partículas de polvo cayendo, grietas visibles y un ambiente que presagiaba el desastre. Sin embargo, el club continuó operando, ignorando las señales que podrían haber evitado la tragedia.
Espaillat, una figura que pasó de ser un símbolo de alegría a convertirse en el blanco de la ira nacional, finalmente decidió hablar, pero su silencio previo ha alimentado las sospechas de negligencia y encubrimiento. En una carta dirigida al Ministerio Público, aseguró su disposición para colaborar, pero muchos lo consideran insuficiente ante el clamor de justicia de las familias afectadas. Las preguntas son apremiantes: ¿Por qué no se actuó antes? ¿Quién es realmente responsable? ¿Fue esto un accidente evitado?
La presión mediática ha crecido a medida que se revelan testimonios y evidencia que sugieren una cadena de errores fatales. Mientras tanto, las familias de las víctimas siguen de luto, enfrentando la dura realidad de una pérdida irreparable. La tragedia del Jetset no solo ha puesto en tela de juicio la seguridad de los locales, sino que también ha sacado a la luz un sistema que, según muchos, ha fallado en proteger a sus ciudadanos.
Hoy, el país se enfrenta a un reto crucial: exigir respuestas, justicia y un cambio real en la forma en que se gestionan estos espacios. La memoria de los caídos debe ser honrada con acciones, no solo con palabras vacías. La historia de la tragedia del Jetset aún está lejos de cerrarse, y el eco de esa noche fatídica sigue resonando en las calles de la República Dominicana.