Coca-Cola, la icónica marca de refrescos, se enfrenta a una crisis de imagen que ha generado un boicot masivo, especialmente entre las comunidades latinas en Estados Unidos. Acusaciones de que la empresa despidió y denunció a trabajadores latinos para su deportación han provocado una ola de descontento. El movimiento Free Latino ha señalado que Coca-Cola ha respaldado implícitamente las políticas antimigrantes del expresidente Donald Trump, lo que ha llevado a muchos a optar por Pepsi.
La situación se complicó aún más cuando, durante una conferencia de prensa, Cristiano Ronaldo apartó botellas de Coca-Cola, lo que resultó en una pérdida de más de 4 millones de dólares en el valor de mercado de la compañía. Este incidente, conocido como el “efecto Cristiano”, se suma a una serie de metidas de pata que han manchado la reputación de la marca.
Coca-Cola también ha enfrentado críticas por sus prácticas ambientales. Informes revelaron que la compañía contaminó fuentes de agua y agota recursos hídricos en varias comunidades, dejando secuelas devastadoras. A pesar de sus intentos por mejorar su imagen mediante campañas de responsabilidad social y patrocinios, la percepción pública sigue siendo negativa.
Además, la marca ha sido acusada de racismo y discriminación en diversas ocasiones, lo que ha llevado a demandas y sanciones en el pasado. Uno de los errores más notorios fue el lanzamiento de “New Coke” en los años 80, que resultó en un fracaso rotundo, obligando a la empresa a regresar a su receta original tras solo 79 días en el mercado.
A pesar de estos escándalos, Coca-Cola continúa siendo líder en el mercado, aunque la pregunta persiste: ¿cuánto tiempo podrá sostener su reinado ante una sociedad más consciente y crítica? La presión sobre la empresa aumenta, y el futuro de la marca podría depender de su capacidad para adaptarse y responder a las demandas sociales actuales.